Aquí va:
He de confesar que en cuanto me senté a escribir
sobre la relación entre el feminismo y las mujeres jóvenes, o en cómo las
mujeres jóvenes vivimos el feminismo, una página en blanco, una mente sin
ideas, unos cuantos esbozos de frases sueltas con poco sentido, y una miríada de palabras se me amontonaban
en la pantalla del ordenador sin poder establecer un orden, una consecuencia,
un sentido completo. Varios días transcurrieron de esta manera, y en el
apretado intervalo temporal del que disponía para hablar sobre esta relación,
me seguían sucediendo frases postizas, intentos de comenzar académicamente un
artículo, o un ensayo. Yo, de pronto me encontraba con cierto grado de autoridad
para hablar de un tema del que yo misma no estaba segura, sino confusa e
insegura. De repente, todo el conocimiento que supuestamente había aprendido, y
todo el trabajo que he estado realizando durante estos años se me presentaba
embarullado en un sin fin de pensamientos ilógicos y sin orden. Lo que siempre
había estado claro para mí, en un abrir y cerrar de ojos se volvía difuso,
incongruente ¿Qué es lo que estaba buscando? ¿La frase que me diera la clave
para relacionar feminismo y mujeres jóvenes? ¿Una frase maestra, que me abriera
la puerta que me obstruía el pensamiento? Realmente no sabría decir dónde
radica este obstáculo en el que algo tan obvio para mí como el feminismo y la
mujer, se detenía en una pared en blanco al intentar desglosar la especificidad
de la mujer joven en todo este lío que llamamos feminista.
Muchas veces he dicho sin tapujos que me siento
feminista, que soy feminista, sin embargo, los ojos se me llenan de lágrimas
cuando me preguntan ¿eso qué significa?, o cuando la etiqueta de 'es feminista'
sirve de coletilla a mi nombre en cualquier sitio, y aún más cuando se usa para
hacer halago de un chiste o de alguna ocurrencia. Aún más impotencia me suscita
cuando me piden que nombre algún ejemplo de alguna feminista que no fuera de
los años setenta y que no odie a los hombres. Dos razones existen para que un
atisbo de tristeza se apodere de mí ante una barbaridad semejante: en primer
lugar que el ser feminista signifique que odies a una parte de la humanidad y
en segundo lugar que este movimiento se haya fosilizado en un acontecimiento
aislado durante la época de los setenta, y ahora sin más, anecdótico. Me apena
pensar que tanto esfuerzo, tanta dedicación, tantas lágrimas derramadas, y
tanta lucha, hayan quedado en un segundo plano, simplemente porque la
ignorancia hacia esta ideología no deje espacio para más atención.
Yo soy una mujer joven, que entiendo, que me
preocupa la situación que las mujeres están viviendo en nuestro país. Me preocupa que las aulas de las
universidades estén llenas de mujeres, y un efímero tanto por cien en la
plantilla de profesorado universitario sean mujeres. Me aterro cuando pienso en
el mercado de la literatura y entre tanto premio Nobel y virtuoso de la lengua
nos aparece una mujer, una escritora, una poeta, una química, una ingeniera
puesta con pinzas y como modelo ejemplar, a la que en cualquier entrevista le
preguntan sobre la dificultad de compaginar el ser madre con las afecciones
intelectuales. Y con esto vamos añadiendo una jornada más de trabajo, ya que si
después de lavar la ropa, hacer la comida y pensar en las vacaciones te queda
tiempo para escribir, ¡aleluya! Se te cuelgan ciertos san benitos como: 'qué
mujer tan desapegada de su familia' o 'cómo puede encontrar más placer al
escribir que al estar con su familia'. Sin embargo, ahora parece ser que todo
está en paz, que eso no nos pasa a las mujeres jóvenes, que ya no vamos a misa,
y nos acostamos con quien queremos, sin explicar a nadie cuándo y dónde
entramos y salimos y con quién. Y todo esto a las mujeres jóvenes pues tampoco
nos importa, porque no pensamos en tener hijos, sino en ser las mejores en
nuestro trabajo, las mejores amantes para nuestro hombre en la cama, nos
debatimos entre la moda y los libros intelectuales. En definitiva nos esforzamos
en ser como los hombres, como nuestros amigos y parientes masculinos, y así nos
sentimos más aceptadas, más parte de la sociedad, aunque en nuestro interior un
vacío te envuelva el alma hacia adentro y te deje un agujero en el pecho,
porque de repente no sabes cómo has de ser: ni quieres ser como las mujeres de
antaño, ni encuentras un lugar donde sentirte segura en la actualidad.
Sin embargo, todos hacemos oídos sordos,
especialmente las chicas jóvenes como yo, entre las cuales existe una
generalizada apatía abismal hacia una reconfiguración de mujer, y una actitud
hostil a la consideración del movimiento feminista como eje representativo.
Esta falta de interés es del todo manifiesta en las concentraciones y en las
reuniones de mujeres. He sido testigo presencial, participado en seminarios y
charlas, y puedo decir que siempre he sido víctima o de actitudes maternales o
de rechazo: 'Esta niñata qué sabrá lo que es defenderse en la vida'. En estas
reuniones, o en cualquier acto que se celebraba en pro de la conversación
acerca de y por la mujer, la representación de mujeres jóvenes brillaba por su
ausencia, y encontraba una o dos chicas con las que podía compartir un momento
cálido, y no sentirme como un extraterrestre perdido en medio del espacio. Y yo
me preguntaba por qué no había mujeres jóvenes allí: ¿no les interesa, no
quieren saber cómo otras mujeres piensan, actúan, se relacionan con su ser
mujer? Muchos de los temas que se debatían, sin embargo, me eran bastante
lejanos, ya que no configuraban mi personalidad, no respondían a ninguno de mis
intereses. Yo ya he alcanzado esta independencia de la que se habla en casi
todas las reuniones. No tengo familia y mi vida no gira entorno a ser esposa y
madre y el ser individuo que piensa y se desarrolla en un cuerpo de mujer.
Tengo pleno poder para decidir sobre mi propio cuerpo, y no me preocupa el no
casarme y tener bebés. ¿Y entonces? ¿Quién soy? ¿Qué tipo de mujer soy?
¿Femenina, que rechaza la feminidad? ¿Soy un bicho raro? O ¿Encajo en esta
categoría?
Es curioso cómo desde que he empezado a escribir,
me han estado sucediendo una serie de preguntas constantes que me conducen a la
ausencia, a la falta de referentes, y casi sin planearlo, la incapacidad de
escribir un solo párrafo sobre este tema me ha llevado a cuestionar en este
espacio, que gran parte de la condición de 'movimiento de segunda' que tiene
desgraciadamente el feminismo es mucho más exacerbado entre las mujeres
jóvenes, y esto se debe en gran parte a la falta de imágenes que nos
representen. Nos debatimos entre el rechazo de papeles convencionales y la aceptación de una forma de ser mujer,
que la sociedad todavía no acepta. De ahí parten las miradas de:
'insatisfecha', 'amargada', o simplemente 'está aburrida'.
En repetidas ocasiones me he preguntado el porqué
ahora que estamos en un sistema político que permite trabajar sin tapujos en
cualquier tipo de circunstancia que remita a los derechos de las mujeres, no se
hace. Nosotras, jóvenes que nacimos ya dentro de la democracia, que nunca tuvimos
que soportar un régimen opresivo, ni convertirnos en máquinas de hacer bebés
para la patria, ni en abnegadas madres que anulan su identidad como mujer por
el bien de la familia, de los hijos, de la sociedad. Ya no es necesario que nos
sacrifiquemos por los demás, y ahora que gozamos de una libertad absoluta
económica y sexualmente, ¿por qué no se habla de feminismo? ¿Por qué
políticamente, socialmente, no se habla de un intento de formulación para
mejorar la relación entre la mujer y la polis? ¿Será que nos basta con que en
el gobierno haya una cantidad aceptable de mujeres en altos cargos? ¿o sirve
para limpiar la conciencia de unos y callar a otros? Este hecho, sin duda
alguna, es un paso importante. Dos mil años tuvimos que esperar para que esto
suceda, unos cuantos más necesarios para equiparar el rango de preguntas entre
mujeres y hombres, cuando al señor le pregunten qué es más difícil ser padre o
ser ministro. Y yo me pregunto, ¿cuántos más hemos de esperar para que exista
una plena reconciliación entre la mujer y la cultura, la sociedad?
Mi relación con el feminismo, he de confesar, y
con esto ya van dos confesiones en tan pocas páginas, que empezó fuera de
España, concretamente en el Reino Unido, donde el tema del 'género' está
bastante más desarrollado, y la sociedad está bastante más preparada para
hablar de feminismo, sin que el horror o la comedia ataquen a tu contertulio.
En España, sin embargo, la situación del feminismo
resulta un tanto complicada, ya que esta actitud irónica e incluso de rechazo
que la mayoría de las mujeres jóvenes adopta en cuanto el tema del feminismo
aflora en las conversaciones, no es del todo responsabilidad de nosotras
mismas. Cierto es que siempre que me reúno con mis amigas para tomar café, o
para tomar una copa, acabamos hablando de lo que realmente nos preocupa, o de
cómo vamos a manejar nuestra vida. Sin embargo es curioso que en la mayoría de
estas conversaciones el tema gira en torno a las opiniones de los demás, y en
lo que dirán de esto y de lo otro y no en lo que una misma quiere hacer. Pero
esto tampoco es algo nuevo, las revistas nos dicen cómo debemos vestir para
estar más guapas, cómo peinarnos para estar a la última y hasta como dar placer
en la cama a tu hombre si quieres que permanezca contigo y no mire a otra. Y
entre todo esto, tú sigues pensando por qué los libros de las poetisas que
estás buscando no los encuentras. Por qué las publicaciones de mujeres brillan
por su ausencia en las estanterías de las librerías, por no hablar de en los
concursos públicos. Yo me niego a admitir que las mujeres jóvenes de mi edad no
escriban, no pinten, no hagan política. Sin embargo, reconozco que nos falta
acostumbrar mucho más la vista y el oído a hablar de feminismo, ya que el
sentimiento de hostilidad que éste suscita no es más que la consecuencia de la
ignorancia y la falta de información hacia lo que el feminismo representa.
Y lo que es peor que entre las chicas de mi edad
simplemente no exista, el feminismo esté ausente, y ha sido esta ausencia la
que en un primer momento dejaba mi mente despoblada de un discurso coherente
acerca de cómo creo que las mujeres jóvenes nos sentimos hacia el feminismo, y
al final, hasta esta última línea, ha sido el hilo conductor de estas palabras
de alguien que no va a dejar que el feminismo se diluya en la pretendida
libertad e independencia como final del trayecto, sino que creo que debemos
utilizar esta privilegiada situación que nuestras madres nos dejaron como
comienzo de un largo camino en el que podamos al fin cambiar, reorganizar y
redefinir la sociedad, en la que ambas
partes nos sintamos parte de ella sin necesidad de transvertir ni nuestra
actitud ni nuestro pensamiento. Esto sólo puede ser posible si reconstruimos
los valores que nuestra sociedad necesita debatir y dejamos a un lado
prejuicios sin sentido hacia los movimientos ideológicos que como el feminismo
se consideran 'de segunda'. La mujeres jóvenes creo que debemos especialmente
luchar para que se debata nuestra situación y el feminismo deje de ser un
movimiento en peligro de extinción.
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