Buscar razones al por qué de la
escritura es una cuestión que de una forma u otra ha sido fuente de inquietud para
todo escritor. Está en la naturaleza de todo ser humano pensante: descubrir el
origen de nuestras acciones y su justificación. En mí esta necesidad ocurrió de
manera puntual y un tanto distorsionada. Distorsionada de la pregunta
primigenia: por qué se escribe. Se me adscribió inmediatamente a la muerte. Y
no porque no amara la vida. Esta no era la cuestión. ‘Amo tanto la vida’ como
dice la poeta catalana Montserrat Abelló ‘que a veces la hago mía’.
Envuelta en una soledad más
deseada que inevitable, las palabras de la escritora argentina Alejandra
Pizarnik me acompañan por dentro y por fuera. Gran poeta, gran sufridora del
tiempo, de la armonía falsa de las cosas, de la enferma fuerza de las palabras,
Pizarnik me reveló en sus diarios de esta forma la respuesta:
‘la complicidad de la palabra que
mis ojos enjaulan es una especie de campana de mi soledad. Cuando leo que dije
soledad o silencio me descubro al instante, en un rincón de la habitación
miedosa y perdida pero reencontrada de alguna manera. Aunque nada de esto tenga
que ver con la validez o deficiencia de lo que escribo, sé, de una manera
visionaria, que moriré de poesía. Esto no lo comprendo perfectamente, es vago,
es lejano, pero lo sé y lo aseguro. Tal vez ya sienta los síntomas iniciales:
dolor en dónde se respira, sensación de estar perdiendo mucha sangre por alguna
herida que no ubico’.
No puedo saber hasta que punto
Pizarnik amaba la vida. Pero puedo, a ciencia cierta, comprender que Pizarnik
amaba las palabras de una forma inquietante. Este amor es a la vez doloroso y
revelador. Revelador a mis propios síntomas: vómito helado causado por el dolor
de querer hablar y no poder. La garganta que me revienta como un volcán y la
lava llena las paredes, el techo, el suelo…toda la habitación llena de mi
agonía. No saber donde está esa palabra que haga callar mi aullido en la noche,
y para calmarlo me sumerjo como una borracha en el alcohol de otras palabras, y
otras autoras, y otras formas de escribir….y lloran mis manos cada vez que
cogen la pluma…y rezo para no caer fundida a los pies del pedestal de un dios
que me dijeron ‘mío’….y es por esto que escribo, que te escribo a ti, aún sin
conocerte, porque sé que aunque no se nada de ti, tu como Alejandra y como yo
comprendes las palabras, esas, que ahogan y salvan…y así no vuelvo ya jamás a
preguntar, sino que afirmo…no sé si escribo porque muero o porque muero
escribo.
Molt encercat, trobo que s'escau.
ResponderEliminarM'encanta.
Una abraçada.
jo també moriré de poesia.
ResponderEliminarUna bona reflexió i una expressió molt poètico-filosòfica, a la manera de María Zambrano. És difícil saber per què escribim. Possiblement, segurament, no ho faríem si fórem immortals. A mi les paraules m'atrauen i a voltes em fan por. Vaig llegir l'altre dia que la por sempre amaga desig i també he llegit no sé ara on que la por sempre és por a la mort. Una abraçada.
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